sábado, 18 de julio de 2009

Audition. Takashi Miike.


Antes de hablar de la película que le dio el éxito a Takashi Miike en Occidente( puesto que en Japón ya gozaba de cierta fama por sus debut de film teatrales de bajo presupuesto), hay que conocer un poco al director del film.

Takashi Miike nace el 24 de Agosto de 1960 en Yao (una pequeña ciudad que pertenece a las afueras de Osaka, en Japón) y es un director muy prolífico (ha dirigido más de setenta producciones teatrales y televisivas desde su debut en 1991) y controvertido en el más amplio sentido de la palabra.
La prueba que le otorgó la fama en Occidente vino de la mano de Audition, estrenada en 1999 y que generó una cierta polémica hacia el director y su forma de plasmar explícitamente la crudeza en la gran pantalla.

La película que hoy nos abarca dudo de que deje indiferente a nadie, y es que es una trama muy bien conseguida, con un ritmo lento y unos giros a veces correctos y sorprendentes. Aunque, por desgracia, a mi parecer, no deja de aparecer esos momentos inconexos o de cierto repaso para entender ciertos pasajes de la película. Cosas, a veces, demasiado habituales en este tipo de films.

La trama de la película se centra en una vida truncada de un esposo (Aoyama) y su hijo (Shigeyko) por la muerte de su madre y esposa (Ryoko) El principio de la película empieza con Ryoko enferma en un hospital (al menos parece un hospital) y cómo la muerte viene a visitarla en su lecho de forma inexorable. Quizás una parte graciosa de esta parte (al menos a mí me lo parece), es cuando el monitor con el electrocardiograma amenaza con ponerse plano- es decir que Ryoko se muere- y el doctor lo asume al igual que su marido con cierta tranquilidad. Me pareció un empiece débil, pero recubierto de cierto misterio como para seguir visionándolo.
A raíz de este trágico hecho, comienzan a vivir sus vidas, y cómo es lógico, el padre se centra en criar con todas sus fuerzas a su hijo: en concreto pasan unos siete años desde la tragedia y viven sus vidas con la mayor normalidad "posible". Y, a partir de aquí, es cuando surge una conversación de lo más inusual para los más conservadores, pues la relación entre padre e hijo es demasiado heterodoxa; lo que hoy en día sería una relación de lo más moderna (parecen dos amigos más que padre e hijo, pero es una impresión mía). En esta conversación, su hijo, intenta convencer a su envejecido padre (un cuarentón cerca de la mitad de siglo) que intente rehacer su vida y se vuelva a casar, que rencuentre el amor: pues se nota que la tortuosa situación pasada ha hecho mella en su carácter: da la impresión de que es más callado y sólo se dedica por entero al trabajo y a su hijo, y no comparte la vida con nadie más que con lo citado anteriormente.

A media que avanza la película, hay destellos fugaces del apaciguamiento de su soledad, y si os decidís a ver la película-o los que ya la hayáis visto- sabréis a qué me refiero. De hecho, hay una escena en la que afloran de forma reveladora sus pensamientos sexuales a ciertos personajes de la película como un demonio al que no puede acallar. Además de la revelación de ciertos encuentros amorosos ya consumados.

El hombre está sumergido en el tedio de la mundanal vida y familiar, hasta que un día, tomando una copa con un amigo suyo (parece el único en el que puede confiar), le revela las intenciones de volver a casarse. Tras un par de copas, y de comentarios hilarantes y fuera de lugar (escuchar lo que dicen de las chicas que se ríen en una mesa del fondo), su amigo (Yosikawa), que trabaja en una empresa vinculada al cine, tiene una brillante idea: hacer un casting para una película y que elija una candidata para conocerla mejor y ser la aspirante a su corazón. Una farsa para conocer a una mujer con la que compartir su aburrida y rota vida. A Aoyama le fascina la idea, pero se siente como un delincuente por la treta que ambos han hilvanado.

Antes de realizar el casting, Aoyama recibe unos paquetes con las candidatas posibles al papel de la película y debe seleccionar al menos a treinta chicas para el papel. Todas ellas, por supuesto, con una formación específica y que sepan tocar el piano (como su difunta mujer Ryoko)

Casualidades del destino, unas gotas de café se caen en los papeles, y del papel manchado de café, saca la ficha de Yamazari Asami; al instante queda prendado de su belleza, y porque no decirlo, también de su madurez para su temprana edad (unos 24 años),que aparece reflejada en unas palabras muy emotivas y llenas de realidad que escribe en su carta de presentación.

En el casting, Takashi Miike, hace gala de temas tabúes en el mundo del cine (mirar el tipo de preguntas que le hacen a todas las candidatas y a saber cuál será su verdadera finalidad) y diversas subidas de tono en escena. Cuando le toca el turno a Yamazari Asami, despunta en el casting y se nota en el ambiente un interés y asombro desmedido por parte de Aoyama; que por cierto, su amigo Yosikawa no logra entender, pues dice claramente y explícitamente "que no hay química"; de hecho, conforme avance la película, se descubrirá que en el casting, Yamazari Asami miente en varias ocasiones, y Yosikawa le pone en antecedentes a Aoyama, pero éste está tan deslumbrado por sus encantos que ya ha sucumbido a sus aviesas intenciones (cuando la veáis, sabréis a qué me refiero)

Conforme se van sucediendo encuentros esporádicos, ambos se van conociendo mejor, y si os fijáis bien, os daréis cuenta de que es cierto que no hay química( ella es demasiado recatada, pudorosa, y gobierna en sus palabras ese halo de desconocimiento total en su vida) y Aoyama, se ve inmerso en una afanosa manifestación de la vida oculta de Yamazari Asami; él, por el contrario es más abierto, un poco más calculador, pero totalmente enamorado de Yamazari Asami y encandilado a sus atractivos encantos.

En una parte de la película hay una escena que le da un giro y una fuerza tremenda, y es cuando ella no vuelve a llamar a Aoyama (habiendo dicho ya previamente que lo haría) y éste, nervioso por la tardanza de Yamazari Asami en llamarle, la llama. Fijaros bien, porque yo creo que le da una fuerza brutal a la escena; ese saco, que nos inyecta curiosidad desde el primer momento en que lo vemos, y esa postura inerte como una muñeca rota, hasta que suena el teléfono en ese lugar inhóspito y demacrado desde hace años; y cómo en su cara de porcelana se tuerce una sonrisa de una bestia oculta, al saber que tiene a su presa. Es brutal esta escena. Sencillamente genial.

A medida que va avanzando la trama, y ambos se conocen más íntimamente (ya tienen relaciones sexuales), aparece otro pequeño giro en el la trama en la que ella desaparece, y aquí, desde este punto de la película se muestra en todo su esplendor, como un caballo al que le espolea el director para ir a galope tendido. Eso sí, tendréis que estar muy atentos, y atar todos los cabos para entender muchas cosas; pues ya sabéis la fama que tienen los japoneses en sus películas: los míticos flashes sin conexión aparente que te van contando la historia. Imprescindible su visionado; y aunque, sorprendentemente a mí me parezca una obra maestra (qué lo es), el único inconveniente que le veo es su ritmo, y los cambios en éste. A pesar de estos aspectos que he comentado, es totalmente recomendable; pero recordar, ser pacientes y saborear este gran producto de Takashi Miike.

Cuando la veáis, quedaos con este lema: "Nada es lo que parece"

Una película: Sobresaliente.

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